El mundo esta loco loco loco

miércoles, abril 26, 2006

Por quién doblan las campanas

Ernest Hemingway, el gran novelista americano, en su novela “Por quién doblan las campanas” escribió: “...nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti...”
Pienso que deberíamos meditar mucho estas palabras, a propósito de la reciente muerte de Matías Bragagnolo, el adolescente de 16 años .
Porque, a lo largo del último medio siglo, los argentinos debimos haber oído a muchas campanas doblando, pero estábamos sordos o nos desentendimos de ese tañido lúgubre que anunciaba una tragedia.
Sentíamos a nuestros hijos seguros en nuestra casa, en nuestro country o en nuestro barrio acomodado y pensábamos que nunca llegaría el momento de que las campanas tañerían anunciando que el dolor había llegado a nuestro hogar y que nuestra familia quedaría desolada para siempre.
Los argentinos no entendemos que alentar o tolerar la violencia del Estado sobre algunos argentinos, abrió la puerta para que, luego, otras violencias cayeran sobre nosotros.
Aún recuerdo las palabras del Juan Carlos Blumberg justificando la muerte de otro jovencito, Sebastián Bordón, asesinado por policías mendocinos, con las palabras: “...se resistió a la policía... se drogaba.. ¿me entiende?...”.
Pero el ingeniero Blumberg, comprensiblemente cegado por la pena ante el secuestro y asesinato de su hijo Axel, no comprendía y no comprende que sus palabras alentaban y alientan a policías mal formados por sus superiores -también deformados ellos por años de dictaduras militares- a violar los derechos humanos de culpables y de inocentes y a seguir usando la violencia de manera injustificada.
Blumberg y todas las personas que lo apoyaron firmando su solicitada no comprendieron que, apoyando esa mano dura, alentaron la negligencia -y, quizás, la brutalidad- de un policía inexperto que cobraría, más adelante, la vida de Matías.
Aquellos que no se conmovieron por el asesinato del joven Ezquiel Demonty, a manos de policías federales que lo obligaron a tirarse al Riachuelo, pese a que no sabía nadar y donde murió ahogado, no comprendieron que esa indiferencia ayudaría, unos años después, a que otro policía federal aplicara una indiferencia o una brutalidad parecida y colaborara a la tragedia de la familia Bragagnolo.
Pero, más grave aún, medio siglo de sentir indiferencia por el sufrimiento de los padres de hijos ajenos -por creer egoístamente que los nuestros estaban a salvo- ha trasmitido a la juventud, sin que seamos conscientes de ello, la idea de que la vida ajena no merece respeto y así ha proliferado en los últimos años una muy dura violencia juvenil que acciona en las noches de los fines de semana, sea en los boliches VIP o en las bailantas más humildes.
Sería bueno que la próxima vez que las campanas doblen anunciando un asesinato, nos solidaricemos con las víctimas de esa tragedia, sean estos inocentes o delincuentes, de clase alta o gente humilde, y aunque nuestros hijos estén a salvo en nuestro hogar.