El mundo esta loco loco loco

viernes, junio 30, 2006

Nos quedamos sin droga

Una victoria de la Selección Argentina de Fútbol en Alemania hubiera significado una gran alegría para muchos argentinos, en especial para los más humildes y para los que tienen menos motivos cotidianos para sentir alegría.

Y muchos argentinos deseaban poder festejar en el Obelisco o en las plazas de todo el país una victoria del Seleccionado Argentino porque, de esa manera, se sentirían menos solos, formando parte de un país y no, como habitualmente se sienten, individuos solitarios y abandonados por décadas de malos gobiernos.

Y, también, siendo parte de un país dependiente y periférico, si les hubiéramos ganado a los europeos hubiéramos compensado, aunque sea un poco, la baja autoestima de los argentinos que sabemos que los poderosos del mundo nos consideran poco menos que una basura.

Y, desde ese punto de vista, casi me siento tentado a lamentar que la Selección Argentina no haya ganado el Mundial de Fútbol 2006.

Pero el problema no es la alegría de muchos argentinos, que es deseable, sino el hecho de que el Mundial y las expectativas de ganarlo fueron, durante unos días, como una especie de droga que nos anestesió contra el dolor de ser argentinos.

De vencer en el Mundial, muchos hubieran dicho “ganó Argentina” y, ésa, hubiera sido la tapa de los diarios.

Pero eso hubiera sido un engaño.

Será verdad decir que Argentina ganó, cuando nuestros niños vayan a la escuela, no por la imperiosa necesidad de que les den un poco de esa comida que sus padres, desempleados, no pueden proporcionarles, sino porque sus padres desean y pueden mandarlos a estudiar y capacitarse.

Será cierto que ganó la Argentina, cuando los jubilados y pensionados tengan ingresos acordes a lo que aportaron para la riqueza nacional.

Tendremos derecho a decir que ganó la Argentina, cuando el IVA a la leche sea muy bajo y los impuestos a los transacciones financieras y a los bienes suntuarios sean altísimos.

Podremos decir que ganó la Argentina, cuando la inseguridad deje de ser algo que preocupa a muchos, tanto en las clases altas como en las clases más humildes.

Diremos, en fin, que ganó la Argentina, cuando los argentinos estemos razonablemente seguros de que, quienes nos gobiernan, tienen un mínimo de moral y de capacidad para llevar el país adelante.

Mientras ello no ocurra, no se puede decir, sin mentir, que “Ganó Argentina”.

Habrían ganado los miembros del Seleccionado Nacional de Fútbol que cobrarían un premio jugoso por ello, mientras que los muchos “Favaloro” de nuestro país cobran moneditas por su valiosa tarea.

A lo sumo, habrán ganado aquellos proveedores de esta anestesia tan peculiar que es este deporte y me refiero a los diarios, a las radios y a la televisión, así como a todos aquellos industriales y comerciantes que se han forrado los bolsillos con la excusa del Mundial de Fútbol 2006.

Y, seguramente, habrán ganado aquellos políticos que aprovecharon que al día siguiente sería tapa de los diarios alguna victoria argentina y, aprovecharon esa circunstancia para hacer aprobar leyes inmorales que los beneficiaban a ellos o a sus amigos empresarios.

Pero una victoria de la Selección Argentina de Fútbol no hubiera sido, de ninguna manera, una victoria de la Argentina, sino, por el contrario, una de las tantas pequeñas de derrotas que nos han ido degradando.

Cierto es que, de acuerdo a la Constitución, los actos privados de las personas que no ofendan la moral ni el orden público ni perjudiquen a terceros quedan librados al juicio de Dios y exentos de la autoridad de los magistrados.

Y por ello, los argentinos deberían tener derecho a anestesiarse contra el dolor de vivir en un país como el nuestro, consumiendo la droga de su preferencia, siempre y cuando no cometan delitos estando bajos los efectos de esos estupefacientes.

Y, si esa droga se llama “Mundial de Futbol”... pues... adelante... que la consuma quien lo desee.

Porque el mismo derecho tuvieron los alemanes, después de la Primera Guerra Mundial, cuando su país fue derrotado, invadido y obligado a pagar importantes indemnizaciones a las potencias vencedoras, lo que provocó una miseria generalizada y causó la desesperanza del pueblo germano.

Y, por tal razón, ese pueblo aceptó con alegría consumir una droga llamada Nacional Socialismo que, inicialmente, le impidió sentir el dolor de ser alemán pero que, luego, lo llevó a cometer los peores crímenes y, finalmente a la destrucción de su propio país.

Ellos creían que “Alemania ganaba” y no advertían que estaba perdiendo.

Y hoy muchos argentinos sienten que Argentina perdió, sin darse cuenta que venimos perdiendo desde hace mucho tiempo.

Los únicos que, realmente, han perdido con esta derrota de la Selección Argentina de Fútbol en Alemania, son los proveedores de esta droga que, afortunadamente, ya no estará disponible para anestesiarnos de dolor de ser argentinos.

Ahora hay que volver a la realidad y comprender que millones de niños y de ancianos sufren sin razón en un país inmensamente rico.

Ahora deberemos volver al penoso esfuerzo cotidiano de luchar para convertir nuevamente a la Argentina en un país que dé esperanzas razonables y ciertas a sus pobladores.

Y para ello deberíamos proponernos “jugar el partido del país” poniendo todo sobre la cancha, como lo hizo la Selección Argentina de Fútbol en éste, su último partido.