El mundo esta loco loco loco

lunes, julio 17, 2006

La AMIA... ¿conoce la palabra compasión?

Muchos argentinos nos habíamos compadecido y nos seguimos compadeciendo con las víctimas de la AMIA -Asociación Mutual Israelita Argentina- y habíamos apoyado y seguimos apoyando todas las justas denuncias de las organizaciones que involucran a los sobrevivientes y familiares de esas víctimas, después del salvaje atentado que dejó 85 muertos y más de 300 heridos, judíos y no judíos.

Ellos reclaman con razón por una justicia que, al retardarse tanto, no es justicia y por las sospechas de la connivencia de los diversos poderes del Estado en ese crimen, que convierten a todo ese proceso en una burla sangrienta.

Pero no veo que los judíos de la AMIA, víctimas inocentes de esa violencia terrorista, soliciten al Estado de Israel que deje de victimizar a los habitantes del Líbano.

Porque el Líbano era, antes de 1970, un estado modelo al que algunos llamaban “La Suiza del Medio Oriente”, por su desarrollo económico y, sobre todo, por un sistema bancario en el que las principales entidades bancarias del mundo atendían desde Beirut a las necesidades comerciales y financieras de los estados árabes en la región.

De esa manera, el sistema bancario de Beirut, junto con el turismo, el comercio y otros servicios, producían el 70% del PBI de dicho país.

Esto era posible porque las diferentes comunidades confesionales del Líbano, compuestas en orden decreciente de importancia por Chiitas, Maronitas, Sunníes, Griegos ortodoxos, Griegos católicos y Drusos, habían forjado un delicado equilibrio basado en una convivencia armónica.

Pero, luego de la expulsión de las organizaciones palestinas de Jordania, en septiembre de 1970, estas organizaciones se trasladaron al Líbano, no por el deseo de los libaneses, sino porque ese país era militarmente débil y no podía evitar esa invasión de refugiados que pronto comenzaron a actuar y que provocaron, rápidamente, la ruptura de ese frágil equilibrio confesional y político.

Esto llevó a que estallara una guerra civil en 1975 y a que Siria interviniera en ella en 1976, reduciendo la soberanía libanesa a la nada y desintegrando al país en diversas zonas ocupadas por Siria, por Palestinos, por Cristianos falangistas y por la ONU.

Posteriormente, en 1982, Israel invadió el Líbano y llegó hasta Beirut, ocupando militarmente casi la mitad de dicho estado, quedando el resto del país dividido en dos grandes zonas ocupadas, respectivamente, por Siria y por Cristianos falangistas.

Así se consumó la tragedia.

La “Suiza de Medio Oriente” se había hecho pedazos y, vuelvo a insistir, no por el deseo de sus habitantes, sino por las consecuencias de la violenta expulsión de los palestinos de Jordania, llevada a cabo por Israel y que produjo una diáspora estimada en 2 millones de palestinos.

Es por ello que me sorprende el silencio de las víctimas de la AMIA, de sus familiares y de las organizaciones que los representan.

Parece que no están interesados en una Justicia con mayúsculas, que defienda a todas las víctimas inocentes en todo el mundo, sino, únicamente, en una venganza contra los criminales responsables de la salvajada de la AMIA.

Parece que, a estas víctimas, a sus familiares y a las organizaciones conexas no les preocupa la injusticia mucho mayor y la muerte de decenas de miles de libaneses – muchos más que los que tuvo el atentado de la AMIA- a consecuencia de las políticas nazis llevadas a cabo por el Estado de Israel en Palestina y, luego, en el propio Líbano.

Parece que, a todos ellos, no les preocupa la injusticia que, en estos momentos, está cometiendo Israel, atacando nuevamente al Líbano y destruyendo la precaria reconstrucción de esa nación, lograda en los últimos años.

Parece que a los judíos de la AMIA no les preocupa que el Líbano, como estado, nunca haya agredido a Israel y que los agresores que partían desde dicho país estaban asentados allí porque habían sido expulsados de su tierra por la violencia israelí.

Gracias a Israel, hoy se usa la frase “libanizar un país” como manera de referirse a la destrucción de ese país por la conducta de potencias extranjeras, tal como, antes, se hablaba de “balcanizar” una región, por las políticas de las potencias imperiales que llevaron a esa zona de Europa la muerte y la destrucción, mientras dirimían sus ambiciones de poder.

Pienso que los judíos de la AMIA, a un día de que se cumplan 12 años de esa masacre, deberían, ya, haber aprendido del pueblo argentino que la compasión es una de las mejores virtudes de la humanidad.

Afortunadamente, hay muchos otros judíos en nuestro país y, aún, en el mismo Israel, que rechazan la violencia del Estado Israelí en Medio Oriente.

Ellos son la prueba de que la compasión es posible, aún después de haber sufrido tanto con el nazismo.